domingo, 2 de septiembre de 2018

Grecia: una de las civilizaciones del Mediterráneo

Los pueblos que crearon las grandes civilizaciones mediterráneas –los griegos y los romanos- eran de origen indoeuropeo. Llegaron a Grecia a lo largo del II milenio a.C. y a Italia alrededor del año 1.000 a.C. En Grecia, los pueblos llegados se superpusieron sucesivamente a los ya existentes.
Los antiguos griegos se ubicaron en el sur de la península balcánica, en las islas del mar Egeo y en las costas de Asia Menor. El mar Egeo bordea las costas, entra en las ensenadas pequeñas, de forma que es posible navegar por todo ese mar.
La tierra es pedregosa. Tiene altas montañas y profundos valles. En el centro de Grecia, al sur de la Tesalia, se encuentran los montes más altos, como el monte Parnaso. El clima es seco. Los inviernos son fríos. Los veranos son cálidos, no llueve, el cielo siempre está azul y el aire es límpido.
               En la parte alta de las montañas, incluso en las laderas, cultivar la tierra es difícil. No es fértil, por lo tanto es mejor criar ovejas o cabras. En los valles, los montes naturales crecen y  es allí el lugar apropiado para cultivar algo de cereales o, mejor aún, vid y olivo. El problema más grande es la falta de agua. No abundan los arroyos, el agua debe cuidarse. Durante la temporada de lluvias, el agua se deposita naturalmente en cuevas subterráneas, en fuentes, de donde fluye el resto del año.

LA POLIS

Los griegos y los romanos se organizaron en ciudades-estado similares a las de Mesopotamia. En su origen eran gobernadas por reyes guerreros apoyados por nobles y funcionarios.
            Durante los siglos IX y VIII a.C., se produjeron cambios importantes en las ciudades-estado griegas. Poco a poco fueron abandonando la forma de gobierno monárquica. Los reyes se vieron forzados a compartir su poder con los nobles, hasta que les fue arrebatado totalmente.
            Allí las ciudades-estado recibieron el nombre de polis. Cada polis era una comunidad independiente y celosa de sus particularismos. Protegida especialmente por un dios, tenía un dialecto y una moneda propios. Su extensión era reducida y comprendía la ciudad propiamente dicha, la campaña de su alrededor y las aldeas que allí estuvieran. Cada polis tenía un puerto que le permitía practicar la pesca y el comercio; se destacaba a su vez la ciudad alta o acrópolis, el lugar destinado a los templos de los dioses y desde donde se divisaba el mar, los barcos amigos y enemigos que llegaban. En la ciudad misma, artesanos y comerciantes se agrupaban en barrios donde vendían sus productos. El ágora, además de se la plaza donde se intercambiaban los productos, era el lugar donde se reunían a discutir los asuntos de la polis. Se buscaba un lugar especial para el teatro; se aprovechaban las laderas de las montañas para hacer las gradas en forma semicircular.
            A pesar de no tener una unidad política, todos los griegos consideraban que formaban parte de un mismo pueblo, con lenguas similares, con un solo sistema de escritura, con los mismos mitos y dioses, con una misma expresión artística y hasta con los mismos enemigos.
             En los primeros tiempos, todas las polis se parecían en su organización. En cada una de ellas, las personas más importantes y poderosas eran los nobles, dueños de las mejores tierras de los valles (los oikos). Decían pertenecer a una gran familia, descendiente de un antepasado divino; y, por lo tanto, eran guerreros, prontos a defender a la polis con sus armas. Los nobles eran quienes gobernaban la ciudad.
            Por debajo de los nobles, estaban los pequeños propietarios, artesanos y comerciantes. Algunos tenían tierras, pero no las más fértiles sino las de las montañas (llamadas perioikis). Eran hombres libres, pero no tenían los privilegios y la importancia de los nobles. En el gobierno, sólo podían participar de la Asamblea.
            Los jornaleros eran más pobres que los anteriores, trabajaban la tierra de los nobles, y si bien eran personas libres, tenían pocos derechos.
            Quienes no tenían ningún derecho eran los esclavos, conseguidos como prisioneros de guerra o por robo de los piratas.

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ATENAS



Fue en Atenas (fines del S. VI a.C.) donde surgió una nueva forma de gobierno: la democracia. Para los griegos el “demos” era el conjunto de los ciudadanos; por lo tanto ellos usaban la palabra “democracia” para significar que “todos los ciudadanos gobiernan”.
Todos los hombres libres que habían nacido en la polis podían participar en sus órganos de gobierno, ya fuera su nacimiento noble o no. Todos ellos eran ciudadanos.  
           Pero en Atenas no sólo había hombres libres, y ni siquiera todos los hombres libres eran ciudadanos. La ciudadanía estaba reservada a los hijos varones de los ciudadanos (40.000 de una población de 350.000 aprox.), así que muchos inmigrantes llegados a Atenas en busca de prosperidad económica eran “extranjeros” y sus descendientes también (unos 100.000 aprox.). Además, había muchos esclavos (casi la mitad de la población).


           El órgano de gobierno principal era la asamblea popular de ciudadanos, que hacía las leyes, nombraba y vigilaba a los magistrados (gobernantes) y resolvía sobre todos los asuntos del Estado.


Organigrama de la democracia ateniense
 

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LA VIDA COTIDIANA

Las mujeres atenienses vivían recluidas en el gineceo, el lugar de la casa reservado para ellas. Como en las demás polis griegas, debían obedecer al padre o al marido. No se les reconocían derechos políticos ni civiles. En su casa trabajaban en labores de costura, controlaban sirvientes y esclavos (si eran ricas) y se encargaban de la crianza de de los hijos varones hasta los seis años y de las niñas, que sólo aprendían lo que sus madres hacían. Seguramente, las mujeres más pobres sí debían trabajar fuera de su casa, ya fuera como campesinas, nodrizas, pescadoras o cumpliendo otras funciones.
La vida de los varones atenienses era muy distinta. El ciudadano ateniense, fuera rico o pobre, vivía todo el día fuera de su casa. Trabajaba en el campo o en la ciudad, se reunía en el ágora o asistía a la Asamblea. Si era rico, tenía seguramente un buen número de esclavos que realizaban las tareas por él. Su hijo varón asistía desde los seis años a la escuela, acompañado de un “pedagogo”. Allí aprendía a leer, a escribir y a contar; a recitar los poemas de Homero, a tocar instrumentos musicales. También se le instruía en ejercicios físicos: carreras, saltos, lanzamiento del disco o de la jabalina. A los quince años estaba pronto para recibir el entrenamiento militar necesario para defender a su polis; terminado el mismo, a los veinte, ya era ciudadano.