jueves, 24 de mayo de 2018

Las primeras civilizaciones

LA MEDIA LUNA DE LAS TIERRAS FÉRTILES


La Media Luna de las Tierras Fértiles, es una zona que se extiende desde el valle del río Nilo en el norte de África, hasta la desembocadura de los ríos Tigris y Éufrates en el Golfo Pérsico. Los grandes ríos permiten el desarrollo de esta zona fértil rodeada por desierto y montañas, un verdadero oasis. 
El Nilo es un río que corre por más de 6.500 km. desde sus nacientes en el centro de África, hasta la desembocadura en forma de delta en el Mar Mediterráneo. A ambos lados del río se extiende el desierto. La península del Sinaí –también desértica- comunica a Egipto con Asia y al mismo tiempo lo aísla.

En esta zona con clima seco, caluroso y muy escasas lluvias, la vida sólo era posible a orillas del río. En junio, el calor es intenso y las aguas del río han descendido a su cauce más reducido. En los meses de verano, desde julio hasta octubre, el río se desborda. Cuando el agua se retira, deja la tierra fertilizada con el limo que permite cultivar.

Al este de la Península del Sinaí, se extiende el desierto de Arabia por más de 1.000 km. Más al este se encuentran los valles de los ríos Éufrates y Tigris. Esta zona se llama Mesopotamia. Estos ríos también proporcionan a los habitantes de la zona el agua para regar sus cultivos, para el transporte y la pesca. A diferencia del Nilo, estos ríos no se desbordan de forma regular y eso exige a los pobladores un gran esfuerzo de organización para poder aprovechar sus aguas. Los primeros pueblos que prosperaron a sus orillas fueron los sumerios y los babilonios.





CARACTERÍSTICAS DE LAS PRIMERAS CIVILIZACIONES


Muchos restos arqueológicos nos hablan de grupos humanos que vivían de modo diferente a los pueblos del Paleolítico y del Neolítico. Se han encontrado resto de poblaciones con viviendas elaboradas con materiales cada vez más resistentes, y utensilios de metales como el cobre o el bronce. No se tratan de aldeas con unos pocos cientos de personas, sino de pueblos que han desarrollado una forma de vida más compleja, que han creado una civilización, que viven en ciudades.

En las aldeas del Neolítico, todos los pobladores compartían la tarea de producir alimentos. En algunos lugares, las condiciones para la agricultura eran especialmente favorables. Las tierras fértiles, el agua abundante y fácil de obtener para regar los cultivos y el clima templado, son condiciones que pueden haber ayudado a incrementar su producción. En Egipto, el río Nilo, y en Mesopotamia, el Tigris y el Éufrates se desbordan y fertilizan las tierras a sus orillas. La crecida de los ríos era difícil de controlar y los agricultores debieron organizarse para construir diques y canales, que les permitiera aprovechar mejor el agua. A partir del IV milenio a.C., algunos pueblos incorporaron nuevos elementos como la rueda, el torno, el arado, el tiro de animales y el uso de los metales. En estas condiciones, la producción de alimentos fue creciendo, y produjo un aumento en el número de habitantes en la aldea. Los agricultores producían el alimento para toda la comunidad, a pesar de su creciente tamaño. Por primera vez, el trabajo generaba un excedente de producción, con el cual se alimentaba un nuevo grupo de personas que no necesitaban trabajar la tierra para vivir. Algunos empezaron a especializarse en tareas no agrícolas, como los artesanos (dedicados a la cerámica, tejedores, carpinteros, orfebres).

Los restos encontrados muestran que los templos dedicados a las divinidades ocupan un lugar importantísimo en las ciudades. Los intermediarios entre los dioses y los hombres –los sacerdotes- se convirtieron en un grupo diferente al de los campesinos y artesanos. No necesitaban trabajar la tierra para vivir y su importancia fue creciendo. Se encargaron de controlar los tributos que los campesinos entregaban a los dioses. Los sacerdotes tuvieron tiempo para observar las fuerzas de la naturaleza, sus conocimientos astronómicos aumentaron y pudieron anunciar el momento de la crecida de los ríos o la iniciación de la siembra. Por lo tanto, estuvieron en condiciones de elaborar un calendario para medir el tiempo.

En muchas civilizaciones, la necesidad de anotar y controlar lo que cada uno entregaba como pago de impuestos hizo necesario crear un sistema de numeración y de escritura. Los primeros en dominar esta técnica fueron los propios sacerdotes y los funcionarios a su servicio. A los encargados de inventar y aprender los nuevos signos se les llamó escribas. El escriba también ejerció un trabajo especializado.

La artesanía especializada, la construcción de templos y de viviendas para los sacerdotes y funcionarios, hicieron necesario buscar materiales fuera de la región. Los comerciantes eran quienes traían a la ciudad metales, piedras, maderas y hasta productos alimenticios, incluso desde lugares lejanos.

Los restos de murallas en algunas ciudades nos demuestran que sus habitantes debieron defenderse de pueblos vecinos o proteger su cosecha. Algunos de sus habitantes, pues, ejercieron otra tarea especializada: eran soldados que se encargaban de la defensa.

A la figura y sabiduría de los sacerdotes se asocia también la aparición del poder político. Los reyes gobernaban en sus palacios, como representantes de los dioses, apoyados por los sacerdotes, los nobles guerreros y los funcionarios. A este tipo de gobierno que asocia el poder político con el religioso se le llama teocracia. Las decisiones políticas las tomaba el rey –con el consejo de sus colaboradores- sin participación alguna de los gobernados, de modo que éstos eran súbditos.
Adaptado de Pensar la Historia 1. Ed. Contexto.







    viernes, 18 de mayo de 2018

    De la Prehistoria a las Primeras Civilizaciones


    El Neolítico

        Hace unos 10.000 años, la vida de los hombres y las mujeres tuvo cambios sustanciales. En muchas zonas donde vivían los cazadores, el clima se hizo más templado, los glaciares retrocedieron, muchos animales que ellos cazaban. emigraron hacia territorios más fríos, o se extinguieron. Los grupos humanos debieron dedicarse más a la recolección, buscando granos o frutos, o recurriendo a la pesca, y, de ese modo, dieron inicio a un proceso de cambios en la forma de conseguir alimentos. Llamamos a este cambio Revolución Neolítica. Pasaron de ser exclusivamente recolectores y cazadores a transformarse en productores de sus alimentos.
       Los más antiguos restos encontrados nos hablan del origen de la revolución neolítica en el Cercano Oriente. Los hombres de esta época, primero recolectaron cereales silvestres –como el trigo y la cebada- hace unos 10.000 años, luego de largas observaciones seleccionaron las semillas y descubrieron cómo cultivarlos. Aprendieron así a “domesticar” esas plantas. Posteriormente, los pueblos de América descubrieron el cultivo del maíz (4.800 años); en Asia, el del arroz (4.300 años); y en África el del sorgo (3.000 años). Las nuevas técnicas se fueron desplazando de los territorios originales a regiones vecinas.
       También en un lento proceso, en la misma época, aprendieron a criar animales, inicialmente salvajes –como el perro, la oveja, la cabra, el cerdo y el vacuno- y a controlar su reproducción, para mantener una reserva de carne.
       Fue un proceso muy lento y un cambio muy profundo para el desarrollo de las sociedades humanas.
       Las primeras formas de cultivo desgastan la tierra y exigen el traslado periódico de la población. Si las tierras son suficientemente fértiles, y la producción de alimentos es eficaz para mantener a todo el grupo, los agricultores pueden volverse semi-sedentarios. Esto significa que pueden establecerse en aldeas.
       Con el aumento de la producción de alimentos, la población crece. Los grupos humanos ya tienen cien o doscientas personas. Las actividades que desarrollan los hombres y mujeres se van haciendo más complejas que en el Paleolítico.

    Adaptado de Pensar la Historia 1. (2015). Ed. Contexto.
     




     

    lunes, 7 de mayo de 2018

    El Paleolítico

    De las culturas del Paleolítico hemos encontrado solamente los utensilios que hacían, algunos de los lugares donde vivían y las tumbas en las que enterraban a sus muertos. No tenemos descripciones escritas de este largo período. Los restos encontrados nos permiten elaborar un relato incompleto sobre la forma en que estos hombres vivieron y las cosas en que creyeron. Pero la posibilidad de completarlo se ha perdido para siempre.
    Los grupos humanos del paleolítico dependían de lo que la naturaleza les podía brindar. Recolectaban frutos silvestres, caracoles, hongos, huevos. Si encontraban un animal ya muerto, comían su carne tal como lo hacen algunos animales. Más adelante, aprendieron a cazar, al comienzo seguramente animales pequeños –como conejos- y hacia el final del Paleolítico grandes animales –como bisontes, mamuts, renos, osos-. En la última etapa del Paleolítico y de acuerdo a los restos encontrados –arpones, anzuelos- aprendieron a pescar. Estos hombres debían desplazarse buscando su comida, no vivían siempre en el mismo lugar. Eran, por lo tanto, nómades.
    Los utensilios y armas empleadas eran de sílex. El sílex es una piedra dura de la que, si se golpea fuertemente, se obtienen filos muy cortantes. Estas primeras “hachas de piedra” servirían para golpear, raspar, cortar.
    A lo largo del Paleolítico las técnicas fueron mejorando y las armas y herramientas se volvieron cada vez más específicas, como las puntas de flecha, los perforadores, los anzuelos y los arpones. Seguramente también fabricaban utensilios de madera o de hueso, aunque muchos de ellos no fueron encontrados.
    En los tiempos de las glaciaciones, los grupos humanos se refugiaban en la entrada de las cavernas y se protegían del frío y la humedad con cueros de animales y ramas. Hace unos 900.000 años ya construían unas tiendas de cueros o ramas que abandonaban cuando perseguían los animales de caza.
    A partir de los restos encontrados y de la comparación con pueblos cazadores actuales, se deduce que vivían en grupo. Suponemos que no eran grupos muy numerosos, unos veinte individuos capaces de organizarse para cazar juntos o para defenderse. La obtención del alimento no era fácil y seguramente todos los miembros del grupo colaboraban.
    Se piensa que hace unos 700.000 años, los hombres del Paleolítico empezaron a utilizar fuegos ya encendidos y luego aprendieron a provocarlo. Con la utilización del fuego su vida cotidiana y su alimentación deben haber variado sustancialmente.
     
    Adaptado de Pensar la Historia 1. (2015). Ed. Contexto.